El desarrollo climático de la Niña está comenzando a incidir sobre el avance de las campañas de soja y maíz. El trigo logró sortear las adversidades y ya se está cosechando. Se esperan obtener 13,5 millones de toneladas del cereal, lo que arroja un resultado alentador ya que la cosecha supera 80% a la del año pasado.
Pero según la consultora Ecolatina, no todas son rosas. Aquí lo que subrayó en un informe difundido ayer: El punto a destacar es la incertidumbre a la que está sometido el principal sector generador de divisas del país: a los vaivenes del clima se le suma la volatilidad de los precios internacionales. De hecho, fue la suba de los precios y no la política agropecuaria lo que permitió que los productores se arriesguen a sembrar pese a la Niña.
Las medidas para el sector, de hecho añaden un nuevo foco de incertidumbre para los productores.
Por los cupos de exportación, los productores no reciben el precio pleno . En los últimos meses, el descuento que sufren alcanzó 23% (US$ 50 por tonelada). Por caso, de los 66 dólares que aumentó el trigo desde julio, el Tesoro se llevó US$ 15 y el productor US$ 9, cuando debería haber recibido US$ 49.
Es decir, se genera una transferencia que no llega al consumidor.
El monto que se le descuenta al productor en el caso del trigo es similar al costo total de las toneladas requeridas por la molinería para producir pan (aproximadamente US$ 600 millones). Pese a esto, desde la implementación de los cupos en 2006, el precio del pan aumentó 140% (en línea con el nivel general de la inflación).
En particular, la discrecionalidad con la que se disponen los cupos de exportación resta competencia entre los actores que demandan los productos agropecuarios, ya sea para su envío al exterior o para su industrialización local. En última instancia, es el productor el que carga con la mayor parte de esta distorsión.