La presidenta Cristina Fernández de Kirchner recibirá al ministro de Agricultura chino, Han Changfu, quien se encuentra de visita oficial en el país desde el jueves pasado para avanzar en nuevos acuerdos bilaterales. El viaje de Chagfu a la Argentina se interpreta en círculos oficiales como una muestra de distensión en las relaciones entre ambas naciones luego de los seis meses de bloqueo chino al aceite de soja local, en represalia a las medidas proteccionistas argentinas contra las importaciones sin freno desde el gigante asiático.
Changfu estuvo el fin de semana junto a su colega local, Julián Domínguez, visitando la Patagonia, y algunos puntos de Santa Fe: las instalaciones del principal polo sojero del país, en Rosario, y el campo Agro Uranga, donde pudo conocer de primera mano las labores de la siembra directa en soja. Entre los 200 empresarios que lo agasajaron el viernes con una cena en la Bolsa de Comercio de Rosario, que preside Cristián Amuchástegui, sobrevolaba la sensación de que se estaba ante una oportunidad histórica para incrementar las ventas al principal destino de las exportaciones agrícolas locales.
Pero esas expectativas tendrán que aguardar al menos dos semanas más para visualizar qué se concreta finalmente en realidad. En su visita a Buenos Aires, el funcionario chino y Domínguez suscribieron varios convenios de entendimiento en materia de cooperación productiva y tecnológica y dieron el puntapié inicial al funcionamiento de la Comisión de Agricultura argentino-china.
Ese cuerpo tiene como objetivo pulir los acuerdos que Domínguez espera firmar a fin de mes, cuando visite a Changfu en Shangai. Entre las cuestiones que más les interesan a la Argentina figura la apertura del mercado asiático a la carne vacuna, los lácteos, vinos, cebada cervecera y lino. De esa forma, se entusiasman los funcionarios locales, la Argentina podría ampliar sobremanera los u$s 4.000 millones anuales que le exporta de productos agrícolas.
A cambio, China quiere una apertura similar al mercado local para sus productos. “Son maestros en las negociaciones”, definió un funcionario oficial. El interés de los chinos es que la Argentina abra sus puertas a sus carnes de cerdo, así como a infinidad de productos industrializados, muchos de los cuales estuvieron muy controlados y hasta fueron frenados para evitar daños a la industria local. Esa situación fue el detonante para que Shangai frenara los embarques de aceite de soja argentinos durante medio año y que ahora, con diálogo y comisiones mixtas, se intentará dejar atrás.
Por lo pronto, entre los empresarios existe una mezcla de optimismo y preocupación. Optimismo porque cualquier actores de la cadena agroindustrial local quiere exportar sus productos al gigante asiático, con demanda alimentaria insaciable y dólares más que suficientes para satisfacerla. Por el lado de los interrogantes aparecen varios frentes. El primero es cómo exportarle a China con el actual sistema de permisos de exportación, con fuerte control y vía libre a cuentagotas por parte de la secretaría de Comercio Interior que comanda Guillermo Moreno. La preocupación se expande también al revelado anhelo chino por autoabastecerse de alimentos en un futuro no muy lejano.
El otro desvelo pasa por la estrategia china de compra de miles de hectáreas de tierras productivas en otras latitudes: ya compraron en Brasil y Paraguay, y los rumores hablan de que la mira china está puesta en la Argentina, donde la ley de regulación de la extranjerización todavía no logró el estatus de anteproyecto en el Congreso