Es obvio que todos queremos conocer el futuro. Para ello recurrimos al análisis fundamental y al técnico. Pero éstos, hoy por hoy, no pueden dar una respuesta adecuada.
La catástrofe que azota Japón muestra lo difícil que es realizar predicciones. La cuestión Libia tenía algo de previsible; pero lo de Japón era casi imposible de esperar. Sobre todo porque el país es extremadamente organizado y, supuestamente, había hecho todos los deberes para afrontar las vicisitudes de la naturaleza.
¿Cómo imaginar que después de la cruenta experiencia adquirida por Hiroshima y Nagasaki se iba a sufrir una catástrofe nuclear como la actual? Hacia fines de 1945, las bombas habían matado a cerca de 220.000 personas, aunque sólo la mitad había fallecido en los bombardeos.
Pese a la experiencia, pasó lo que no debía pasar.
El terremoto y el subsiguiente tsunami más sus efectos sobre las plantas nucleares han logrado llevar al mundo a un extremo de alerta.
En definitiva, Japón es el tercera mayor economía del mundo y, por ende, un golpe como éste podría afectar duramente a la demanda ya que se trata del mayor importador mundial de maíz y el tercero de soja. No es cualquier cosa.
En este mundo convulsionado, debe contemplarse la actitud general de los fondos que, en primer lugar, buscan alejarse de los destinos de riesgo. Por ello, lógicamente, el dólar puede ser la alternativa buscada en lugar de los commodities.
Sin embargo, deberíamos mantener una expectativa favorable pues, pese a lo vivido, Japón tiene todas las de ganar, tan pronto pase este problema, pues su capacidad de recuperación tiene antecedentes que sorprenden a los historiadores.
En 1995, la destrucción del terremoto de Hanshin, que devastó la ciudad de Kobe, no logró anular la capacidad de reacción, rápida y eficiente, del pueblo japonés.
Recordemos que tras el terremoto de Kobe, en el año 1995, el yen incrementó su valor en aproximadamente un 20%, contra el dólar. Es un dato.
Hoy, los mercados dan muestras de esa convicción. Prueba de ello lo da el comportamiento del yen que se ha fortalecido.
Los inversores apuestan a que gran parte de los fondos de los japoneses ubicados en el exterior vuelvan al país para satisfacer los requerimientos financieros para la reconstrucción. En definitiva, las compañías de seguros habrán de afrontar –a través de los reaseguros que se esparcen por el mundo entero- los siniestros ocurridos. Y los fondos tendrán, a su vez, interesantes retornos en el propio país, en un contexto institucional que es seguro para todo japonés.
Las aseguradores sufrirán el golpe, pero no sólo las de Japón sino del mundo entero. Al ser un problema del mundo, el problema se diluye dada la cantidad de aseguradoras involucradas.
¿Hay fondos para llevar adelante una rápida reconstrucción? El sector privado nipón tiene un plus financiero enorme. Japón es el mayor acreedor del mundo. Tiene activos netos en el exterior que equivalen al 60% de su Producto Bruto Interno. La repatriación de fondos habrá de incentivar la revaluación de la moneda japonesa.
Vale, entonces, aguardar una mejora en la paridad del yen respecto a las demás divisas.
En tal caso, la demanda de granos y subproductos se verá potenciada por el nuevo valor. Sobre todo en lo que hace a maíz y soja.