La Argentina productiva está sufriendo una significativa transformación como consecuencia del modelo económico impuesto desde el Estado. ¿Es un buen modelo? ¿Es malo? En sí tiene detractores y defensores; de ambos lados las posiciones son fuertes, pero más allá de las palabras están los hechos y éstos son contundentes.
Los productores agropecuarios se han esforzado en buscar tecnología de punta, se han capacitado acerca del manejo de sus producciones, son sin dudarlo eficientes a la hora de producir y muestran con orgullo sus mejoras en rindes, sus maquinarias, su trabajo, sus productos. Esto hasta hace unos años alcanzaba y ser eficientes en la producción hacía que a su vez sean competitivos y pudiesen desarrollarse y crecer. Toda una fórmula que las sociedades modernas elogian y premian.
¿Esto hoy alcanza?
Claramente, ¡no! Para los productores de trigo, maíz, girasol, arroz, etcétera, esto no alcanza. Las posibilidades de acceder al precio de mercado y vender la producción no son para todos. El no acceder les hace incurrir en descuentos en promedio mayores al 30 por ciento y en problemas de financiación, que generan costos financieros importantes de acuerdo al poder de negociación del productor.
Este "contramargen" (teniendo en cuenta que) no es para todos igual, ya que las grandes compañías agrarias logran saltar el cerco impuesto por el Gobierno, ya sea industrializando o exportando y obtienen esa renta diferencial. Esta "renta diferencial" actúa como sí estas empresas obtuvieran mejores rindes, en realidad, mayores ganancias operativas. Los productores que por su tamaño, volumen y posibilidades no acceden a industrializar o a exportar (el 99,99 por ciento) pierden competitividad y terreno frente a los grandes grupos concentrados.
Conclusión
Finalmente llegamos a la conclusión de que el modelo sostenido por el Gobierno de segmentación de productores para apoyar al pequeño y mediano y de desojización en defensa del cuidado de los recursos naturales termina produciendo el efecto inverso al anunciado: mayor concentración en muy pocas manos y sojización ya que es el único producto que por el momento no tiene restricciones en cuanto a su posibilidad de ser exportado o transformado.
Es cierto que hoy el sector agropecuario atraviesa una coyuntura internacional muy favorable, pero: ¿quién es el "actor y receptor" de esta bendición global? Está claro, empresas que se internacionalizan, que se vuelven brasileñas para poder cotizar en Bolsa porque según ellos mismos sus acciones en la Bolsa de Buenos Aires se ofrecerían con un descuento del 40 por ciento por el riesgo soberano; las que se integran verticalmente ya sea para tener la posibilidad de exportar y capturar precios internacionales o para industrializar materias primas que tienen descuentos importantísimos y que por un simple proceso industrial acceden a beneficios impositivos imposibles de creer o de narrar.
Cuenta un socio mío que hablando con un comprador de maíz de Sudáfrica éste le preguntaba si podría exportar maíz mezclado con soja y mi socio le responde sí y pregunta: "¿Perdón, se puede; pero eso para qué sirve, es una nueva fórmula nutricia para animales?" Le contestan: "No, eso sirve sólo para no pagar retenciones". Las "mezclas" pagan sólo el 5 por ciento contra el 35 por ciento de la soja.
La realidad indica entonces que el proceso de concentración se ha intensificado en los últimos años en virtud de un modelo que las alienta y esto es indiscutible. La forma entonces de lograr ser eficiente y competitivo pasa por la escala. Ser competitivo implicará en los próximos años, de no mediar cambios en el modelo impuesto, lograr acuerdos con pares para saltar obstáculos e intentar integraciones verticales tanto para industrializar como para exportar.
El autor es director de Mercampo