Los precios internacionales de los commodities ingresaron en una nueva fase de turbulencia generada por un recrudecimiento de la pérdida de confianza del dólar estadounidense como instrumento de reserva de valor.
El viernes pasado a última hora ocurrió una nueva noticia insólita: la agencia calificadora de riesgo Standard & Poor's anunció que rebajó la calificación crediticia de los bonos del Tesoro de EE.UU. de AAA (la máxima posible) a AA+.
Las otras dos calificadoras de riesgo –Moody's Investors Service y Fitch Ratings– mantuvieron la máxima nota para la deuda de EE.UU. porque seguramente consideran improbable que una nación que tiene la máquina para imprimir dólares puedan incumplir con el pago de títulos denominados en esa moneda.
La señal más clara de la desconfianza presente en el dólar y, por extensión, su contraparte el euro, es que la cotización del oro está registrando niveles récords. El franco suizo también se está revalorizando en los últimos días.
El dólar estadounidense, si bien es la moneda de referencia a nivel global, desde comienzos de los años `70 no tiene respaldo en ningún activo físico. Por ende, todo aumento de la oferta de dólares que no se corresponda con el crecimiento económico real tiene un impacto directo en el valor relativo de los bienes básicos de toda economía (es decir: los commodities).
La última vez que la Reserva Federal de EE.UU. (Fed) decidió crear liquidez de manera masiva fue a fines de 2008 con el propósito –en el marco de otras muchas acciones– de salvar a la economía mundial de un colapso. Esa decisión generó una inflación salvaje y provocó un aumento enorme de la volatilidad (es decir: subas gigantescas acompañadas de correcciones bajistas violentas).
A fines de 2010 la Fed volvió a incrementar la base monetaria en el marco de una acción entonces denominada “Quantitative Easing 2” o por sus siglas QE2 (el número dos es porque se trató de la segunda expansión monetaria de alcance masivo). Ese plan, que finalizó en junio pasado, generó un recrudecimiento de la inflación global en dólares.
En julio pasado muchos operadores de fondos especulativos esperaron el anuncio del QE3. Pero las autoridades de la Fed descartaron volver a aplicar un nuevo paquete de liquidez. A partir de entonces –casualmente– comenzó a gestarse la denominada “debt ceiling crisis”.
Lo que se puso en juego entonces fueron las partidas públicas destinadas a sectores populares de EE.UU. Precisamente, a comienzos del presente mes de agosto los legisladores estadounidenses acordaron reducir partidas presupuestarias por un monto de 2,1 billones de dólares en un plazo de diez años (ese fue el famoso acuerdo publicitado como “el default que se logró evitar”). El mensaje parece ser el siguiente: si la mayor liquidez no va a provenir de un nuevo paquete de la Fed, entonces vendrá de un ajuste de la población estadounidense.