Las acciones de los principales bancos europeos siguen registrando hoy importantes bajas ante una crisis de confianza generalizada que presenta algunas características similares al fenómeno observado tres años atrás en EE.UU. y que –entre otras muchas víctimas– liquidó al gigante Lehman Brothers Holdings Inc.
En tales circunstancias, si bien los fundamentos alcistas sobre los cuales se sostienen los actuales valores de los granos no están en peligro, no se descarta la posibilidad de que se desate una extrema volatilidad que pueda generar derrumbes salvajes como los observados hacia fines de 2008.
En 2008 las autoridades monetarias de EE.UU. evitaron el colapso creando cantidades descomunales de dólares y bajando las tasas de interés de referencia prácticamente a cero. A fines de ese año estaba claro que, una vez terminado el pánico, en los próximos años –luego de la súper emisión de dólares realizada por la Reserva Federal– sólo quedaba sentarse a esperar una inflación galopante a escala global, es decir, un crecimiento sostenido y progresivo del valor nominal de los commodities.
A fines de 2010 la Reserva Federal de EE.UU. volvió a incrementar la base monetaria en el marco de una acción entonces denominada “Quantitative Easing 2” o por sus siglas QE2 (el número dos es porque se trató de la segunda expansión monetaria de alcance masivo). Ese plan, que finalizó en junio de 2011, generó un recrudecimiento de la inflación global en dólares (o un nuevo impulso del precio nominal de los commodities, que vendría a ser lo mismo).
En julio pasado muchos operadores de fondos especulativos esperaron el anuncio del QE3. Pero las autoridades de la Reserva Federal descartaron volver a aplicar un nuevo paquete de liquidez de alcance global. A partir de entonces –qué casualidad– comenzó a gestarse en EE.UU. la denominada “debt ceiling crisis” (que obligó a los políticos estadounidenses a prometer que reducirían el gasto público interno, lo que en definitiva es otra manera de ampliar la base monetaria).
Y en Europa, ante la evidencia de que no habría más “combustible gratis” para seguir tapando los baches dejados por la fiesta de la crisis hipotecaria, se aceleró la corrida contra los bancos.
Para entender la magnitud del ataque, no alcanza con observar las caídas de los últimos días. Veamos los datos de los últimos seis meses. En ese período la acción del Deutsche Bank en la Bolsa de Frankfurt (Alemania) pasó de unos 45 a 26 euros; la del Commerzbank cayó de 4,3 a 1,8 euros; la del Crédit Agricole de 12 a 6 euros; la del Societe Generale de 50 a 21 euros. Situaciones similares se observan con entidades españolas e italianas. Es decir: la banca europea está bajo línea de fuego.