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General | 06/09/2011
Anuncio PEA: "Sobran los deseos", por Félix Sammartino
Lo que realmente importa del plan es justamente lo que ayer estuvo ausente en la presentación de Tecnópolis: conocer el paquete de medidas de estímulo que llevará a cumplir los 100.000 millones de dólares de exportación de la agroindustria para 2020.

Por su nombre: Plan Estratégico Agroalimentario ; por su espectacular presentación ayer en Tecnópolis, a cargo de la presidenta Cristina Kirchner; por los 15 meses que demandó la confección del documento, tras más de 500 encuentros en todo el país, y por ser considerado por algunos un puente de acercamiento del Gobierno con el campo, se puede caer en la tentación de confundir la herramienta con el fin que se persigue. No es cuestión de festejar antes de tiempo y que después queden las manos vacías. Lo que importa es saber si este plan es la herramienta adecuada para que la Argentina pueda aprovechar una oportunidad histórica. Y si está dispuesta a utilizar las dos manos, de ser necesario, como para exprimir hasta la última gota de esta situación tan favorable de precios internacionales y en términos del intercambio comercial.

Los planes, y este programa no es la excepción, son sólo exitosos en la medida en que se terminen cumpliendo los objetivos propuestos.

Definitivamente no alcanza sólo con fijar metas de producción. Ni el recitado de los logros actuales de la producción agropecuaria y la posición en el ranking mundial de exportadores que ocupan las distintas actividades. Ni tampoco reconocer el valor de la ciencia y la tecnología que viene aplicando la producción agropecuaria.

Lo que realmente importa del plan es justamente lo que ayer estuvo ausente en la presentación de Tecnópolis: conocer el paquete de medidas de estímulo que llevará a cumplir los 100.000 millones de dólares de exportación de la agroindustria para 2020. Un plazo que necesariamente requiere un consenso con los partidos de la oposición que por ahora es inexistente.

Las retenciones a las exportaciones, si se piensa duplicar o triplicar las producciones, son la herramienta menos adecuada. Pero de eliminarlas o de sacarlas gradualmente como para ganar competitividad no se dijo ni pío. También se omitió cualquier referencia a si continuará o se profundizará la intervención discrecional que viene efectuando el Gobierno en los mercados de trigo y maíz. Las trabas a la comercialización no son justamente un estímulo para producir más en cultivos que pondrían límites al proceso de sojización.

Sobraron, en cambio, los deseos, como la industrialización del agro, el agregado de valor, que son bienvenidos como un gesto de acercamiento al sector pero que terminan significando muy poco en el mediano y largo plazo.

Lamentablemente, los antecedentes del plan en cuanto a la credibilidad que despierta en la producción no son buenos. Hasta el momento, en materia agropecuaria los planes anunciados tienen como marca de fábrica la promesa no cumplida. O, en el mejor de los casos, planes que estuvieron muy lejos de lo propuesto. ¿Alguien recuerda el Plan Maíz y Trigo Plus, que contemplaba una rebaja de un punto de las retenciones por cada millón de toneladas adicionales a la producción de 15 y 13 millones de toneladas, respectivamente? Pasó al olvido. De cumplir lo anunciado, el maíz y el trigo tendrían hoy una rebaja de seis y dos puntos.

Algo parecido ocurrió con el plan para devolver las retenciones a los pequeños productores de hasta 800 toneladas. Se anunció que iba a beneficiar a unos 27.000 productores, pero en la práctica sólo fueron alrededor de 1000 los que cobraron después de cumplir con una montaña de papeles y burocracia.

Ni hablar de los planes Carne para Todos y Cerdos y Leche para Todos. En estos casos la magnitud del anuncio tuvo una relación inversamente proporcional a las cantidades distribuidas y a la credibilidad puesta en juego.

Por último, el plan ganadero y los préstamos por 800 millones de pesos para retener el trigo siguen sin solucionar los problemas de fondo.

Desde hace nueve años la demanda mundial de alimentos comenzó a crecer más rápidamente que la oferta. Este cambio de tendencia no es coyuntural, sino que plantea un nuevo escenario internacional. La Argentina no es la única anotada para aprovechar esta oportunidad. Será para los países más competitivos, con o sin plan estratégico.

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